
Deconstruyendo la microbiología mordisco a mordisco
De la Antártida a nuestros congeladores.
La Antártida es un continente del que la gente, e incluso los científicos, no conocen mucho. Con las gigantescas plataformas de hielo, el aire seco y las temperaturas más bajas jamás registradas, es difícil imaginar que alguna forma de vida sobreviva en estas condiciones. Sin embargo, existe una gran diversidad de microorganismos presentes allí. Se les llama psicrófilos (o criófilos) y, en el curso de la evolución, desarrollaron varias estrategias de crecimiento y adaptación que les permiten prosperar incluso durante los inviernos antárticos.
Las proteínas anticongelantes son el secreto de su supervivencia. Sintetizadas por bacterias, estas proteínas que se unen al hielo hacen que el hielo crezca entre las proteínas anticongelantes, lo que empuja el punto de congelación1 y evita que el hielo forme grandes cristales que pueden ser dañinos para las células. Además, durante los ciclos de congelación-descongelación, las propiedades anticongelantes de esta proteína pueden inhibir la recristalización del hielo2. Por lo tanto, no es sorprendente que las proteínas anticongelantes sean bastante comunes entre las especies que habitan en las regiones frías de la Tierra. Distintas formas de esta proteína se identificaron anteriormente en peces marinos3 e incluso en hongos del moho de la nieve4.
En su estudio, Muñoz5 y sus colegas estaban decididos a demostrar que las bacterias antárticas usan proteínas anticongelantes para sobrevivir. Los investigadores realizaron el experimento en condiciones de congelación-descongelación y aislaron tres microorganismos viables de los siguientes géneros: género Plantibacter, género Sphingomonas y género Pseudomonas. Para establecer si estos organismos poseen propiedades anticongelantes, los científicos necesitaban averiguar qué secuencias genéticas regulan la producción de estas proteínas. Los autores informaron que Plantibacter tenía dos secuencias distintas (gu3A y gu3B), Pseudomonas tenía solo una secuencia única (afp5A), y Sphingomonas parecía coincidir con una secuencia anticongelante conocida de la bacteria antártica Marinomonas primorynsis6.

Para probar si estas secuencias estaban, de hecho, dirigiendo vías biológicas para producir las proteínas anticongelantes, los investigadores probaron proteínas elaboradas a partir de estas secuencias en dos muestras de alimentos (Figura 2): un pepino (imágenes A y B) y un zucchini (imágenes C y D). La idea subyacente de este experimento fue demostrar que las proteínas anticongelantes extraídas de las bacterias protegerían las células de las muestras de alimentos del daño causado por el hielo. La flecha roja en la imagen A muestra una célula de pepino que ha sido dañada porque las proteínas anticongelantes no estaban presentes en la solución. Por otro lado, la imagen B muestra una célula sin roturas ni daños debido a que se aplicó una proteína anticongelante extraída. Se observaron los mismos resultados en una muestra de zucchini, donde la imagen C representa una muestra sin proteínas anticongelantes y la imagen D representa una muestra con proteína anticongelante aplicada. Estos experimentos demostraron que las proteínas anticongelantes previenen las rupturas celulares causadas por la cristalización del hielo.

Muestra de pepino:
A. sin proteínas anticongelantes
B. con proteínas anticongelantes
Muestra de zucchini:
A. sin proteínas anticongelantes
B. con proteínas anticongelantes
Las flechas rojas indican una región dañada de la célula, donde los cristales de hielo causaron la disrupción de una estructura celular.
Pero, ¿cuál es el truco de magia oculto que tienen las proteínas anticongelantes para evitar la formación de hielo en el lugar donde el hielo domina el ambiente? Definitivamente debe ser algo poderoso, ¡y realmente lo es! Los investigadores determinaron que cada secuencia extraída contiene un aminoácido: treonina. La treonina es uno de los 20 aminoácidos esenciales y se puede encontrar en todos los organismos del planeta Tierra (así que sí, ¡los microbios también la tienen!). Este aminoácido tiene un grupo hidroxilo -OH, lo que lo convierte en una sustancia polar. Cuando un compuesto es polar, significa que atrae agua y se disuelve fácilmente. Entonces, la presencia de treonina en la proteína anticongelante trae la interacción “hielo-treonina-proteína anticongelante”. Más específicamente, el grupo hidroxilo sobresale del centro de la proteína anticongelante de una manera que la hace accesible para la interacción con un cristal de hielo7. La Figura 3 muestra la disposición de estos residuos de treonina en amarillo (“T” significa treonina, una abreviatura utilizada en bioquímica).

El estudio de las proteínas anticongelantes puede revolucionar muchos procesos tecnológicos que se utilizan en la actualidad. Poseen aplicaciones potenciales en la criopreservación8, es decir el proceso de conservación de células, tejidos, o cualquier otra estructura biológica enfriando las muestras a muy bajas temperaturas9. Debido a que las células madre y otros tejidos viables no se pueden almacenar a temperaturas de enfriamiento, la criopreservación puede extender significativamente la longevidad de estas muestras.
Y no nos olvidemos de la industria alimentaria y la preparación de alimentos congelados. Durante mucho tiempo, las proteínas anticongelantes se han utilizado para preservar la estructura de los alimentos vegetales y animales. Al evitar la acumulación de grandes cristales de hielo durante los ciclos de congelación-descongelación, las proteínas anticongelantes mantienen la textura crujiente y fresca de los alimentos congelados. Más importante aún, cuantos más estudios se realicen sobre las proteínas anticongelantes, mejor comprenderán los científicos sobre cómo las bacterias psicrófilas sobreviven y se adaptan a un entorno tan hostil como la Antártida.
Link to the original post: Muñoz, P.A., Márquez, S.L., González-Nilo, F.D. et al. Structure and application of antifreeze proteins from Antarctic bacteria. Microb Cell Fact 16, 138 (2017).
Other references:
7. Jeon, S.M. , Naing, A.H. , Park, K.I. , Kim, C.K. 2015. The effect of antifreeze protein on the cryopreservation of chrysanthemums. Plant Cell Tiss Organ Cult. doi:10.1007/s11240‐015‐0852‐x.
8. Jang, T.H. , Park, S.C. , Yang, J.H. , et al. 2017. Cryopreservation and its clinical applications. Integr Med Res. 6(1):12-18. doi:10.1016/j.imr.2016.12.001
Featured image: https://www.process-cooling.com/articles/90162-things-to-know-about-freezing-equipment-for-food-processing
Traducido por: Santiago Chaillou